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martes, 3 marzo 2015

Cuatro Refugios

Autor Invitado

Hace exactamente un año, corrí Cuatro Refugios. El primer instinto tras decir eso es explicar la carrera, porque es una carrera tan única que precisa explicación. Pero como estoy escribiendo esto para una audiencia Sudamericana, Cuatro Refugios no requiere explicación.

Foto de Portada: Bajando al Refugio Lopez, el último de la carrera, en la edición 2014. Martin «Maroto» Pereyra.

[NdE: Nuestro autor invitado del día es el Sr. Presidente Dakota Jones]

Ustedes ya saben de qué se trata. Esto se debe a que es una de las carreras más hermosas del planeta, y todo el mundo en Sudamérica quiere correrla. La única razón por la cual el resto del mundo no quiere correrla es porque, básicamente, nadie en el resto del mundo ha oído hablar de ella. No supe de Cuatro Refugios hasta el año pasado, cuando pase dos meses en Chile y Argentina corriendo montañas y rompiendo la ley. Incluso cuando volví a casa y escribí un brillante reporte, nadie puso la carrera en su calendario. Decidí tomar eso como un insulto personal.

Bueno, “brillante” puede que no sea la mejor forma de describir la historia que escribí. Estaba algo molesto con algunos factores, como el hecho de tener que llevar una mochila gigante cargada en su mayoría con elementos médicos que no sabía usar, o que tuviese que parar en dos lugares –Los tiempos muertos- y solo esperar a que los minutos pautados para esas secciones transcurrieran (que fueron consideradas como peligrosamente técnicas para la competencia). Y ahora, un año después, pienso que haber estado molesto con esas cosas fue estúpido. Correr en montaña conlleva un delicado balance entre riesgo y apoyo, y si elijo participar en una carrera también elijo seguir las reglas. Entonces, mostrarme molesto con las reglas solo me hace ver como el imbécil que soy, que no es la forma en la que me gusta que me encasillen, así que mejor avancemos a las impresiones positivas de la carrera.

Generalmente, no me gusta hablar de lugares específicos porque no quiero contribuir al abuso de los lugares públicos, pero no puedo evitarlo con Bariloche. Bariloche es extraordinario. Primero que nada –y probablemente sea lo más importante- la ciudad es literalmente uno de las mecas más grandes del mundo del chocolate. No bromeo – la ciudad es conocida a nivel internacional por tener tanto chocolate local de alta calidad como en Suiza, quizás incluso más. Es ridícula la cantidad de chocolate que podes encontrar en Bariloche. Volvería solo por eso.

Junto a Sergio Trecaman (2º en la edición 2014), en el tiempo muerto del Pico Refugio.
Junto a Sergio Trecaman (2º en la edición 2014), en el tiempo muerto del Pico Refugio.

Pero lo que realmente resalta para mí es la belleza natural de la zona. Bariloche está a orillas de un lago que tiene 75 kms de largo de punta a punta, y que tiene cientos de islas en toda su extensión. Sus bahías, y los brazos de los demás lagos linderos, rodean un cordón montañoso reconocido a nivel mundial por sus perfectas locaciones para esquiar y escalar. Las montañas detrás de la ciudad son gigantes y empinadas. Tienen valles con profundidades mayores a un kilómetro, que serpentean como si fuesen rompecabezas hasta llegar a una cresta que ofrece vistas de lo que pareciera que fuese la mitad de Argentina. Al este, las montañas caen en el continuo desierto del centro de Argentina. Al norte, yace el lago gigante. Al sur, las montañas continúan elevándose y perdiéndose en el horizonte. Y al oeste –la mejor vista de todas – las montañas terminan abruptamente con el pico más alto entre el Aconcagua y el Fitz Roy – el Tronador, el gran glaciar Tronador. A través de este panorama de belleza Andina hay varias cabañas que ofrecen refugio rústico a los escaladores y trekkeadores que buscan pasar tiempo en la montaña…o que también sirven de puestos de abastecimiento para los cerca de 150 corredores que quieren conectar los cuatro refugios en un mismo día a principios de Marzo. Eso, por supuesto, sería Cuatro Refugios.

Conectar esos Cuatro Refugios es mucho más fácil de decir que de hacer, y encontré muchos más obstáculos dentro del circuito el año pasado que los que haya atravesado alguna vez en carrera. Por ejemplo, nunca había tenido que parar tantas veces a vaciar la tierra de las zapatillas. Los descensos de casi todas las crestas no seguían ningún sendero, simplemente se lanzaban hacia abajo por las aterradoras laderas de arena volcánica, que en su mayoría terminaba dentro de mis zapatillas. Otro ejemplo, nunca había encontrado tanto desnivel positivo por milla en una carrera, y eso que he corrido algunas de las carreras más complicadas del planeta. Cuatro Refugios nos enviaba a los corredores a más de 4000 metros de ascenso en sólo 42 kilómetros. Para que esto suceda, el circuito sube derecho a algunas montañas que requieren el uso de arnés y casco. Otras veces, atravesaba valles que entrelazaban senderos con saltos entre las rocas, y algunas veces dejaba el sendero por completo para sumergirse entre pantanos y arroyos. Para concluir, el circuito estaba poblado de voluntarios y personal de auxilio, más que en cualquier carrera en la que haya participado, pero lo que más me impresionó, fueron tanto las habilidades organizacionales del staff como la voluntad del personal para sacrificar varios días de su vida solo para ayudar a un par de tontos corredores.

La última foto que tome antes de bajar al Refugio López.
La última foto que tome antes de bajar al Refugio López.

Cuando llegue a la cumbre de la última montaña el año pasado en Cuatro Refugios, me encontré con los últimos treinta minutos de tiempo muerto para sortear el próximo kilómetro de bajada muy empinada. Así que me senté y vacié mis zapatillas. Luego, me tome unos minutos para contemplar el entorno. En cada dirección el panorama era asombroso. Los lagos eran de un azul más profundo del que pudiese imaginarme, el desierto distante más vasto del que pudiese ser concebido, las montañas a mi alrededor más intrincadas y escarpadas que vi en mi vida. En dos días volaría de vuelta a Colorado, pero por un par de minutos en esta carrera, me senté en el medio de esta escena que me envolvía de grandeza a miles de millas de mi casa, y sentía que no necesitaba irme a ningún lado. Cuatro Refugios no es más que una carrera a través de un lugar genial. Pero representa algo mucho más grande, eso que une a los corredores de todos los continentes y hace del correr por montaña el tipo de deporte que cambia a las personas. Las experiencias como estas no puede ser replicadas, incluso en el mismo circuito año tras año, pero ofrecen la chance de sentir algo real. De sentirse parte de algo importante. Y en el último paso, por encima de los lagos y debajo de los atentos ojos del Tronador, sentí que estaba haciendo algo que importaba. Y luego seguí adelante, y corrí hacia la llegada. Y hacia mis amigos.



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