Cuatro Refugios, una historia de malas decisiones
Advertencia: el siguiente relato esta muy lejos de ser profesional, lejos de estar bien redactado, esta cargado de sarcasmo y malas palabras. Si usted es sensible a dichas situaciones, le recomendamos no leerlo. Además, es muy largo. Le salvamos varios minutos de su vida
El día que corra 4 Refugios me voy a preparar bien, porque le tengo mucho respeto y también, un poco de miedo.
Gurú del treilranin del Siglo XXI, Neuquén, Febrero 2016.
Al final, sos un cagón. Vamos todos a morir en la carrera, y vos nos vas a ver desde afuera. Así, no.
Un amigo del Gurú del treilranin del Siglo XXI, Neuquén, Febrero 2017.
Cepi, mi inscripción sigue activa? Voy a correr.
Gurú del treilranin del Siglo XXI, Neuquén, 15’ después de la cita anterior.
Tonto es el que hace tonterías, dijo Forrest Gump. Suena mal en Español, por eso prefiero decir la de “Stupid is what stupid does”. Si, e inscribirse a 4 Refugios, a la NonStop particularmente, era una estupidez. No había entrenado nada, unas tres semanas de trote y algunos trabajos de core. Nada de desnivel, nada de montaña, nada de nada. De nada. Sólo una buena desintoxicación de cerveza, perder los 7 kilos que gane en el 2016 tras no hacer nada por muchos meses. Y simplemente, volver a moverme. Pero más allá de la apurada que me dio JP, tenía otros motivos por los cuales colgarme el número y pasarme un día entero en la montaña. Y voy a tratar de relatarlo acá, dividiendo el escrito en capítulos. Más que en capítulos, en malas decisiones.
Mala decisión Nº 1: Inscribirme en la carrera y pararme abajo del arco.
Bien, esa era la que seguro todos esperaban leer. Pero en retrospectiva, no se si fue tan mala. No fue mala, cien por ciento seguro. Pero esto lo digo ahora, tranquilo, arriba de un colectivo camino a las Sierras Cordobesas y pensando en el próximo laburo. Quienes hayan participado de la prueba saben el trastorno que implica conseguirse el arnés, los mosquetones, preparar la mochila. Dakota, cuando la corrió hace tres años, dejó bien en claro este punto en su relato post, que no entendía muy bien como funcionaba la carrera. Sinceramente, yo tampoco entendía mucho. Hasta que estuve ahí, claro, y pude apreciarlo con mis propios ojos. Pero bueno, vuelta al principio, conseguido todo el material y comprado un arnés con el cual me prometí empezar a escalar, me encaminé a Bariloche con los muchachos.
Nos juntábamos con algunos de los Demenciales, esta secta adoradora del satán del Trail Running cheto-flaite-rocha-weona que tantos enemigos se ha ganado, algunos amigos extra como Tincho (mi compañero del secundario que casi nada tiene que ver con el mundillo del Ranin, pero se la banco bien y nos fumo todo el fin de semana hablando pelotudeces al respecto), el Cordero, pero fundamentalmente, los cinco que hacemos este sitio (Lucho Viani, JP Montiel, Dani Torres, Ropa Lizama y quien les habla) nos pararíamos por primera vez en un arco juntos. Es difícil por una cuestión logístico/laboral poder hacer esto, así que de nuevo, no creo que la decisión haya sido mala. Cervezas por acá, cervezas por allá, se hizo la hora de ir a la largada.
Mala decisión Nº 2: Pensar que estoy entrenado, y correr como si fuese la última vez.
Tengo la suerte de conocer bien el circuito, por lo que tenía todas las opciones de carrera contempladas:
- Opción A: Sale todo bien, con este estado físico deplorable y sin montaña, tardo entre 10 y 11 horas.
- Opción B: Sale todo más o menos, bonkeo un par de veces, tardo entre 11 y 13 horas.
- Opción C: Sale todo mal, sufro como un chancho a punto de ser carneado, tardo más de 13 horas.
Largué fuerte para los ritmos que estaba manejando, demasiado fuerte quizás, pero quería saludar a gente que no había visto los días anteriores. A la Pitu, por ejemplo, que no la veía desde Portugal. Así que ya saben como termino esa ahogada tratando de alcanzarla por la picada del Frey. Lo bueno fue que se pasaron rápido esos primeros kilómetros más llanos y las pocas horas de noche que tiene la carrera. Punto bueno número dos, me empezó a pasar gente que no veía hace muchísimo, pude charlar con todos un ratito, buena onda. Punto malo, estaba hecho mierda al kilometro 6 de carrera. Cosas que pasan. Desde aquí en adelante, ritmo peregrinación. Bueno para acomodar la cabeza y trabajar la paciencia.
Pasado el Frey, donde nos atendieron de lujo los niños que estaban a cargo del puesto, emprendo ascenso a la Laguna Schmoll y los primeros rayos del sol asomaban al sur. Paro, contemplo, filmo. Aparece el nariguetas Dami, pero no lo sigo, él entreno. Aparece Valen Ceballos, la peque, a pura sonrisa y me caga a pedos para que subamos rápido y veamos el amanecer en el filo antes de bajar al valle del Rucaco. La sigo, subimos, no aprecio mucho el amanecer porque bonkeo de nuevo. Empiezo a cantar cumbia, va a ser un día largo porque arranque derechito con La Pikadura de Damas Gratis.
Mala decisión Nº 3: Parar poco tiempo en los refugios.
Llego al Jakob, segundo refugio pero no el punto medio de la carrera. Venía muy reventado, cruzo unas palabras con Ivan Bonacalza y cía, como unas aceitunas y sigo con Fer Rossi y su compañera. Llegamos a la parte complicada. El ascenso al Pico Refugio es uno de los puntos claves de la carrera, donde se usan los elementos obligatorios “raros” o al menos no convencionales de cualquier carrera de Trail Running: Un arnés, cinta express, y dos mosquetones.
Cuatro Refugios no es una carrera convencional, no es una carrera en la que te colgas el número y salís corriendo descabellado como caballo de carrera. No te espera un circuito mentiroso, no te dicen que habrán 4400 metros de desnivel positivo y no los hay. No es una fiesta. No tiene ningún espíritu. No tiene circo. Tiene montaña, tiene gente de montaña, y tiene alma, que es mucho más importante que todo lo demás. Y este tramo de la carrera, al cual debo volver a admitir que le tenía más miedo que al viejo de la bolsa de pibito, es lo que lo confirma.
Tengo nula experiencia en escalada, pero tengo un arnés re bonito y unos mosquetones + cinta express que combinan. No alcanza para nada, claro está. Pero con los voluntarios del Club Andino Bariloche ahí, es mucho más fácil aprender.
Me toco en la vía con Jose Bonacalza, hijo de Ivan, ambos conocen un poco la montaña y más allá de cagarme a pedos por tirar una piedra para abajo (por venir boludeando, claro está) me fue cuidando. Al igual que todos sus compañeros, que se pasaron todo el día ahí, indicando, explicando, enseñando, y cuidando de cada uno de los tarados que pasábamos por ahí. Tarde tanto en pasar esta parte que el tiempo muerto fue casi nulo, así que guardé los elementos de nuevo (rápido y sin problemas, no me llevo más de 5 minutos y aproveche para comer también) y seguí la peregrinación.
En el parate esperando a montarnos a la vía, llegaron Mariano Volpedo, JP, y Sonia Boretsky que claramente no tenía un buen día. Si la mujer que ganó varias veces la Clásica y fue podio en esta distancia hace unos años viene así, bueno, pueden entender que la carrera es difícil e impredecible.
Menciono eso porque mientras iba muriendo hacia el filo del Navidad, rogaba que me alcance alguno y poder compartir unos metros con ellos. No por cansancio o cabeza quemada, tenía la necesidad de charlar con alguien. Hacia varios minutos que no charlaba con nadie. Fue grato acordarse la cantidad de amigos que andan dando vueltas en las carreras, y lo mucho que me gusta ir mirando el paisaje y hablando pelotudeces.
Sigo solo unos metros más, saludo a uno de los muchachos de seguridad, y con toda la emoción del mundo me invita a ver el eclipse solar con su lente de máscara de soldador. 1000 puntos para Cuatro Refugios.
Lamentablemente me alcanzó Sonia, con todo el amor del mundo, pero ella en su peor día era muchísimo mejor que yo en esta versión 0.0 en la que estoy. Digo lamentablemente porque apenas podía hablarle, y si bien me esperaba cada 50 metros, no había chances de que la siga. Nos encontramos con Fer Aparo arriba del Navidad, otro que corre rapidito, pero que estaba cuidándonos también. Con su buena onda nos tiramos para abajo, y ahí termine de detonar.
Mala decisión Nº 4: Esperar a Mariano
Como ya no tenía más nada, la peregrinación se convirtió en pan y queso. Encaramos Italianos para llegar al tercer refugio con Fede y Rodri Puchi, pero la pase bastante mal de nuevo y me tome el tiempo que no me había tomado antes en el Refugio Italia (Laguna Negra para los amigos). Ahí arriba estaban los espectadores de lujo, el Pela Martello, otro amigo de la casa, me financió una Coca Cola que me revivió bastante. Y seguí sentado esperando al viejo Mariano que nunca llegó, por ende, seguí viaje.
Resulta que el viejo Mariano venía esperando al otro bonkeado del grupo, JP, y por eso no llegaba más. Tengo un par de escenas perdidas acá porque la pase muy, muy mal en el Bailey Willis con el calor. Y para bien de todos, voy a saltar derechito a la mitad del infame lajero del López. Mientras buscaba de donde agarrarme para no irme al carajo, escucho los gritos de un infeliz que venía perturbando la tranquilidad de todos. Claramente, el porteño inmundo de Barracas estaba abajo y con el eco de las preciosas montañas se escuchaba todo. Le grite un saludito cariñoso y entonó la primera frase de Buenos Días Palomar de los Piojos a los gritos para que me deleite con su inmunda voz de viejo arruinado.
Llegué al Refugio Lopez tras haber visto y recibido el aliento de muchos amigos que estaban en la Cumbre. Pero ver a los Macanas, los famosos Hermanos Nico y Rodri Herrera ahí arriba, me dieron muchas ganas de tirarme pabajo y llegar. Compartimos muchas horas con los rodilla-reventada entrenando hace unos años, y los vi romperla en este circuito. Y me gustaría que el próximo año podamos volver todos y dar la vuelta, claro. Pero bueno, no me voy a poner sentimental porque a nadie le interesa.
Baldazo de agua en el Refu, besito al Mati y al Cordero, y tras un par de vasos de gaseosa emprendimos los últimos kilómetros a la llegada con el Viejo Mariano. Me alcanzó, claro, y creo que la pase a cagar esperandolo porque no para de hablar. NO PARA. NO PARA DE HABLAR. Y DE QUEJARSE. Y LO ESCRIBO EN MAYÚSCULAS, PORQUE NO PARA DE HABLAR EN SERIO. Igual quiero que sepan que todo esto es sarcástico y que me hizo muy bien a la cabeza correr con el viejo este, pero tengo que mantener mi postura.
Mati y Franquito (el Cordero, tiene nombre, claro) nos acompañaron para abajo y nos sentimos como los pibes de Wandering Fever filmando a Dakota o a cualquiera de esos. Nada más que sin talento, piernas, y sin ganarle a nadie.
Después de 12 largas horas, llegamos. De la mano, obvio, porque para tirarse pedos mejor cagarse. Y lagrimeando abajo del arco, porque sino no es mariconeada completa. Y encima mientras escribo esto, estoy por bajarme de un colectivo después de estar sentado más de 15 horas y escuchando The End de los Doors. Tengo más olor a cajón que a fruta, diría mi queridísimo padre.
Mala decisión de ustedes: Llegar hasta acá en el relato
No pretendo inspirar a nadie, no pretendo decir nada que no se haya dicho. Para algo más exhaustivo y detallista pueden ver los relatos de Max Keith del año pasado, o el que mencioné más arriba de Dakota Jones. Mi punto era mostrar que se puede, que la cabeza le gana a cualquier mal rato, que la decisión más fácil a veces no es abandonar. Y no se si se los quiero mostrar a ustedes que pierden el tiempo leyéndome, o a mí mismo. Hace unos meses, perdí todo el amor que tenía por mi deporte, me desenamore como en un noviazgo a punto de romperse o algo así. La política, el ego de algunos, el mirarse el ombligo de otros, el convertirse en un deporte de gente con alto poder adquisitivo, la farándula, el asco de los circos, le quitaron ese encanto que tenía, ese que me tiene corriendo hace 14 años.
Pero algo en mí me dijo que me tire a correr Cuatro Refugios y ahora entiendo por qué. Tiene todo lo que buscaba, lo que creí que el deporte había perdido en Argentina. No hay nada, en lo poco que vi del mundo, que se parezca a esta carrera. Y es nuestra, en nuestros Andes, con el Tronador de fondo y el Nahuel Huapi del otro lado. Y además, compartirlo con los infelices de mis amigos, los Chilenos, los Porteños, los Neuquinos, los Cordobeces, los Esquelenses, y todos los que se cruzaron en algún momento del domingo. En especial el tarado del Mati Bull (si, el bebazo de TrailChile) que se vino desde Santiago por poco más de 24 horas a vernos.
Obviamente, Cuatro Refugios tiene cosas para mejorar. Obvio, tiene cosas que voy a criticar (pero no acá, porque esto no es -periodístico- sino más bien mi cabeza hablando de lo que pasó por ella durante 12 horas y media). Pero eso es lo bueno, que las críticas siendo bien hechas y por los medios correspondientes, son recibidas. No sos un pelotudo, o un enemigo por el simple hecho de criticar. Eso es lo que no tiene que perder nuestro deporte. El corredor importa, no es un cliente ni un número más, y es lo que forja el alma de Cuatro Refugios. Y espero que Cuatro Refugios nunca pierda su alma.